29 sep.- Por lo menos, hasta este primer cuarto de siglo de la presente centuria, Quillacollo no avizora un plan de desarrollo integral del municipio, menos aún, de la provincia.
En ese lapso, y junto a la inestabilidad de las gestiones municipales, asumieron también un paralelismo los tradicionales programas y proyectos de desarrollo, que pretendieron subsanar a las sendas, fugaces y hasta anodinas administraciones municipales.
En aproximadamente, 5 períodos municipales, es decir, desde el año 2000, fueron más de una docena de alcaldes, una cantidad superior al medio centenar de concejales, incluidos los actuales; a ellos se suman, los diputados uninominales y los asambleístas departamentales, quienes se ufanaron en exponer sus limitaciones, porque no contaron ni cuentan con las condiciones suficientes, para emprender una real gerencia municipal, y proponer a la población un Plan Estratégico de Desarrollo Integral, diferente del Plan Territorial de Desarrollo Integral, en este último es el que, ingenua y generalmente, se entusiasman.
También se inscriben en este aglomerado social, las “gestiones” de los comités cívicos y los controles sociales, al margen de su evidente ilegitimidad, fueron absorbidos incondicionalmente, por las autoridades ediles, y por ello, sentenciados a una manifiesta orfandad representativa.
Hace unos días, un concejal de la “oposición”, confesó que no hay motivaciones para la elaboración de la Carta Orgánica Municipal, las expectativas de un ordenamiento vehicular, archivadas; ausencia de políticas sociales regionales, carencia de estímulos a la industria y al comercio, desconocimiento de la generación de empleos, desprecio por los tesoros culturales, desoídos a la inseguridad ciudadana, etc, conforman los permanentes expedientes, que acechan a las voluntades ediles.
Un Plan Estratégico de Desarrollo Integral, es un instrumento moderno de desarrollo calificado y cualificado, orientado a garantizar a la población un futuro promisorio, en por lo menos, una década
En este sombrío panorama, aún no se vislumbran empeños, para contar con ese instrumento técnico vital, para el desarrollo quillacolleño, que permitiría un aseguramiento, por lo menos, como tendencia de su futuro en mediano plazo.
Es decir, que cerca de las 200 mil personas, que integran en la actualidad el municipio de Quillacollo, vivirán en la incertidumbre y con la preocupación en su vacilante porvenir, atribuido a los ensayos desarrollistas que tradicionalmente se aplicaron.
Para los 597 kilómetros cuadrados que comprende el territorio quillacolleño, el censo de 2001, reveló la existencia de 75 mil estantes, según las proyecciones, y basados en el Censo de 2012, Quillacollo para 2022, cuenta con 185 mil habitantes, es decir que, en menos de 20 años, casi triplicó su población, situación atípica, en términos demográficos, mientras que los notorios déficits de infraestructura básica, están cada vez más latentes, y tienden a un incisivo descontrol.
Obviamente, el Plan citado, requiere de una decisión política responsable (del que siempre se carece), un personal calificado y un apropiado soporte económico, que garanticen su emplazamiento, condiciones al parecer, están absorbidos por el horizonte.
No todo es negativo, queda la esperanza, de una real y franca reorientación visionaria de las autoridades y dirigentes, que fijen su mirada en un futuro prometedor. Las generaciones venideras se las agradecerán, las actuales, la recordarán.
JF/Prensa