El 25 de Diciembre es un día de fiesta para pueblos de culturas y religiones diferentes, lejanas en el tiempo y en el espacio. ¿Por qué precisamente ese día? Seguramente se remonta a cinco mil años atrás. Los primitivos del emisferio boreal, vivían con pánico por el progresivo reducirse del día y por la disminución de la luz. Vivían terrorizados pensando en la obscuridad de la noche y en el inicio del fin del mundo.
Fue el Emperador Aureliano a proclamar el 25 de Diciembre (274 d,C.), el primer Dies Natalis Solis Invictus, en honor de la reunificación del Imperio Romano. La prioridad era la cohesión cultural: la elección, por lo tanto, recayó en la adoración del Sol, presente en todos los pueblos del Imperio.
Si, de hecho, en Roma se rezaba por Apolo, en Grecia por Helio, en Egipto por Horus, mientras que los sirios y los árabes festejaban desde el 600 a.C. el dios Dusares precisamente el vigesimo quinto día de Diciembre. Justamente Aureliano fue un sabio providente.
En la otra extremidad del Imperio, en Babilonia, siempre en el mismo día, se festejaba el dios Shamash. También él dios del sol, de la justicia y de la predicción, porque según ellos, el sol veía todo: el pasado, el presente y el futuro.
Pero, la idea de Navidad, entendida como nacimiento, proviene de los pueblos celta y germánico a través del culto a Yule (rueda) que simbolizaban la muerte y el renacimiento del sol durante el solstisio de invierno en el emisferio boreal, que cae el 21 de diciembre, el día más corto y oscuro del año.
Maravilla y es imposible no ponerse interrogativos, el hecho que en pueblos que no han tenido ningún contacto entre sí, nos referimos a la cultura del emisferio norte y a la cultura de los pueblos del continente americano, se encuentren increíbles analogías con los cultos del mundo occidental. En la Península de Yucatán en México y en el Perú Incaico, era vivo el culto del dios Sol. Se llamaban respectivamente, Bacab, hijo de una vírgen y Wiracocha divindad Inca, considerada como Esplendor o Señor del Sol.
El Emperador romano Valerio, muy providente, unió el Dies Natalis Solis Invictus con todos los demás cultos que en el Imperio tenían atiniencia con el Sol. Sucesivamente Constantino, admirador del Sol, abrazando la fe cristiana, transformó en fiesta cristiana, la fiesta del Dies Natalis Sol Invictus en Deus Domini, es decir Día del Señor, la actual Navidad.
De las poblaciones del Norte, también se ha heredado la costumbre de adornar el árbol, tradición del culto sajón de Irminsul, un enorme pilar que conecta el cielo y la tierra que a menudo estaba representado como un gran roble. Un dios similar a Yggdrasill de los pueblos vikingos.
//*Rodolfo Faggioni, periodista y corresponsal en Italia. Miembro Efectivo de la Prensa Internacional//
Publicado en @VisorBolivia