12 mar.- Los hechos son historia, y son aún más, si ellos, asumen una trascendencia susceptible de cambiar sustancialmente, la convencionalidad rutinaria de los pueblos.
Ese acápite, obliga a referirse acerca de un hecho, que, por su intención, extensión y repercusión, cambio definitivamente la historia del régimen colonial en el Alto Perú (hoy Bolivia).

Hace 144 años, exactamente el 13 de marzo de 1781, inició “El Cerco” de La Paz, liderado por Julián Apaza Nina, quien días previos abrazó el sobrenombre de Tupac Katari, y junto a su compañera de lucha Bartolina Sisa Vargas, guiaron al mayor ejército indio de la historia de esta región.
“El Cerco”, se tradujo en el establecimiento de un asedio humano que serpenteó todo el borde que circunda a la ciudad de La Paz, inclusive, extendido a los otros frentes geográficos.
El “alzamiento indio” que así también se lo denominó a la audacia, fue la respuesta elocuente al trato hostil, rencoroso y hasta inhumano, dado por los españoles a los indígenas, particularmente, en las tareas desarrolladas en el trabajo forzoso, denominado: la mit’a.
Amplio en términos geográficos, y profundo en sus proposiciones políticas, este levantamiento, pretendió: la erradicación de la mita, la anulación de los tributos, la expulsión de las autoridades españolas de toda la región, la restitución del sistema político de antes de la llegada de los españoles, entre otros.
De “El Cerco” en sí, las imprecisiones son las que abundan, entre ellas, el lugar donde habría sido emplazado, el cuartel general de Tupac Katari y Bartolina Sisa y de los que les secundaron, aunque un par de hipótesis, apuntaron: a la actual Villa Alto Lima y el “Faro Murillo”, mientras no se tenga evidencia de ellos, deben quedar como tales; pero, la existencia de un enorme fortín rebelde, es una evidente evidencia.
Acerca del desenvolvimiento interno de este asentamiento militar, en territorio alteño, que se extendieron por más de 200 días, se puede inferir:
Concentración de un mínimo de 40 mil “asediadores” (población aproximada a la actual Ciudad Satélite), y para cuyo coyuntural “hábitat”, necesariamente, adoptaron un complejo sistema de acopio, concentración, preparación y distribución de alimentos.
Disposición de amplios espacios físicos para la instrucción militar.
Enlaces de conexión entre los diferentes campamentos.
Habilitación de sistemas sanitarios.
Construcción de refugios contra las inclemencias
temporales.
Improvisación de campos de recreación infantil.
Edificación de una capilla, para los actos confesionales.
Funcionamiento de sitios médicos, para heridos o enfermos.
Registro de nacimientos, defunciones y hasta de matrimonios, como el ocurrido entre Gregoria Apaza Nina y Andrés Tupac Amaru, (según Germán Choquehuanca, entrevista marzo de 1997).
En sí, “El Cerco”, por su naturaleza, concepción y ejecución, hizo tambalear y puso en aprietos al régimen colonial, también y principalmente, gestó por sus postulados, las reales ideas independentistas del Alto Perú.
Lo truncado de esta forma de rebeldía, fue la dispersión del asedio, reducido por el ejército español, y en ningún caso la derrota, porque en varios momentos, aunque no con las características observadas en el territorio alteño, se manifestaron otros descontentos al actuar de las autoridades, pero con distinta intensidad.
Este gesto histórico, por las reales propuestas independentistas enarboladas en “El Cerco”, se constituye en el primer repicar contundente y rotundo, para el inicio del intenso, proceso de la fundación de la República de Bolivia, las otras posteriores, con las significativas y patriotas ofrendas, las siguieron.
Todo ese comportamiento del asedio, en los ámbitos político, económico y social, al parecer se reprodujo casi tres siglos después, es decir, que “El Cerco”, inspiró en la definición actual y destino de la Ciudad de El Alto.
Políticamente, esta acción que linda con lo épico, legó para la posteridad, un innato brío de resistencia a lo adverso, un carácter corporativo expresado en las férreas movilizaciones sociales, una reacción masiva ante las desventuras sociales y económicas, además, el empinamiento de sus actuales y particulares demandas.
Casi dos siglos medio después de esa proeza, el enorme campamento indio, daría lugar al emplazamiento de la actual Ciudad de El Alto, excepto a las demandas políticas; las sociales y económicas, con algunos matices, siguen las mismas.
En consecuencia, el 13 de marzo, debe ser considerado definitivamente, en el germen fecundo, prolífico y tenaz, en el presente y el futuro de la Ciudad de El Alto, en otras palabras, el real nacimiento de esta urbe.
Y de manera paralela, representó el artero y auténtico detonar de la primera alarma, en procura de la ansiada independencia del Alto Perú.
Por: Johnny Fernández Rojas (periodista e historiador alteño)