13 ago.- La Festividad de Urkupiña, es un evento eminentemente religioso, y ese el rótulo que siempre debe ostentar; categoría evidenciada y con contundencia durante la pandemia. En esas contingencias (dos ocasiones), no se advirtieron la presencia de folkloristas, ni comerciantes, y menos aún, funcionarios municipales.
Consecuentemente, esas muestras fueron constataciones de su naturaleza y la reminiscencia de sus cimientos. Al respecto, obliga referirse a sus inicios, testimonios de ella dan fe que, la población urbana de Quillacollo, no participaba, sólo observaba a la expresión devocional de los feligreses a la Virgen de la Asunción, que procedían, principalmente, de los sectores rurales de la provincia.
Esos devotos procuraban constituirse en las vísperas del 15, en horas de la noche, y al son de sus instrumentos musicales de viento y percusión rendían pleitesía a la Virgen, y como parte de su mística cultural, libaban alcohol. Al día siguiente, aguardaban la Misa de Fiesta, acompañaban en la Procesión, y luego procedían a retirarse. Al año siguiente, repetían lo mismo, y sin exageraciones lo hacían así, por siglos.
La presencia nativa sólo era percibida por los representantes eclesiales, y probablemente, por un tímido y necesario comercio. Por tanto, la Fiesta de la Virgen de la Asunción, era estricta y eminentemente religiosa.
El tiempo pasó y con él, llegaron los cambios, incluido el nombre de Asunción a Urkupiña.
El antecedente antes citado, obliga a admitir acerca de la amplia influencia, que debió ejercer en esas manifestaciones, el Equipo Sacerdotal de Quillacollo, sin embargo, en los últimos tiempos, este influjo eclesial ha sido alevosamente anquilosado por la acción municipal, que prácticamente avasalló con su impertinencia, y hasta inclusive, la práctica de actitudes arrogantes en casi todas las decisiones, y en el que lamentablemente, priman los desatinos y las pifias.
Legal y socialmente, las labores del alcalde, son: la construcción de obras, reparar las vías en general (no sólo por el recorrido de la “Entrada”), asimismo, asegurarse de la iluminación apropiada en todos los espacios públicos, una tenaz regulación del flujo vehicular, el control riguroso de la dinámica comercial, la discreta construcción de sanitarios y otras. En estos tres años, estas aún aguardan estoicamente una atención juiciosa, madura y con futuro, prerrogativas ajenas a los actuales ediles quillacolleños. Ineludiblemente, algunos demandan un impostergable concurso municipal, que se los encara y se las trata de manera improvisada y precipitada, características de la actual administración.
Los municipales extraviados de sus principales funciones, deambulan entre la falta de seriedad y la irresponsabilidad social, mientras que la población con movimientos de la cabeza, parece expresar su desazón, su decepción y hasta su frustración.
Desde hace varias décadas, y ante la permisibilidad del Equipo Sacerdotal, las sendas autoridades municipales, presumieron y asumieron protagonismos, y hasta poses de desmedida autoridad en todos los quehaceres “urkupiñísticos”.
Pese a que las fiestas agostinas, adquirieron la categoría de Festividad, y con ella, la adjudicación del honorífico título de fenómeno social. Los miembros de la cuestionada e inerme Comisión Interinstitucional, aún la consideran como fiesta, es decir, convencidos que su ocurrencia se circunscribe a su entorno, limitada manifestación, y el desarrollo de la misma, sólo al interior del municipio. Actualmente, la Festividad goza de una acelerada ebullición y efervescencia religiosa internacional. Y ahí su moderna exigencia.
El apartamiento de la Alcaldía de los niveles de decisión en la preparación y ejecución de la Festividad, es una demanda de hace varios años, porque en su superfluo actuar, abundan los desaciertos y las torpezas. Un aporte positivo de la Alcaldía en este propósito, sería el definitivo alejamiento de toda esta causa. Principalmente, porque no cuenta con personal idóneo, no cumple con su rol al interior de la Comisión y principalmente, no aprehende a esta, como fenómeno social.
La Ley de la República 2536, del 23 de octubre de 2003, sentenció: “Confórmase una Comisión Interinstitucional para la organización y promoción de la Festividad Religiosa de la Virgen Nuestra Señora de Urkupiña, con la participación de representantes de la Prefectura del Departamento, Alcaldía Municipal de Quillacollo, Instituto Boliviano de Turismo, Asociación de Conjuntos y Fraternidades Folklóricas e Iglesia Católica”.
De la citada “Comisión”, cuatro de ellas cambiaron de razón social: el Instituto Boliviano de Turismo, funge como Vice Ministerio de Turismo (dependiente del Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural); la Prefectura, fue bautizada como Gobierno Autónomo Departamental, la Asociación de Conjuntos y Fraternidades Folklóricas, que adoptó su nominación: Asociación de Fraternidades Folklóricas “Virgen de Urkupiña, la Alcaldía reconocida como Gobierno Autónomo Municipal; la Iglesia Católica, mantuvo su nominación.
Variaciones que la califican a la Comisión Interinstitucional de “ilegítima”, aunque en algún grado, legal. Situación que amerita también una imperiosa revisión, orientadas a su reestructuración. Los representantes de éstas, excepto del Vice Ministerio, se reúnen apresuradamente, semanas previas a la Festividad, para atender y encarar emergencias y eventualidades del proceso preparatorio.
La incomprensión plena del significado del fenómeno social y el relegamiento de un permanente tratamiento estratégico, son condiciones que exigen una sostenida dedicación y una visión apropiada, variables que sistemáticamente, son excluidas por las actuales autoridades el gobierno municipal.
Por lo menos en estas tres últimas décadas, la representación edil, con su presencia al interior de la Comisión, y fuera de ella, en su deliberada intención de inmiscuirse en las diligencias del proceso organizativo, sólo se entusiasmó en generar fricciones y roces, con los diversos contextos de sus influencias, actitudes que neutralizan la proyección de esta manifestación religiosa en otros ámbitos, como la postergación indefinida de la declaración de Patrimonio de Humanidad por la UNESCO.
Estas fiestas agostinas, el alcalde Héctor Cartagena Chacón, debería aprovecharlas para recibir con humildad bendiciones de la Virgen de Urkupiña, y principalmente, implorar iluminación y racionalidad, para el poco tiempo que resta, antes de dejar el cargo.
/Prensa