19 jul.- Transcurrieron más de media gestión del periodo constitucional del alcalde de Quillacollo Héctor Cartagena Chacón, y el desarrollo integral, no encuentra asidero contundente, o por lo menos, un atisbo serio
Las evidencias son incontrastables.
No se cuenta con una Plan de Desarrollo Estratégico, instrumento básico y técnico que permite asegurar el hábitat y las condiciones económicas de los quillacolleños en plazos de largo alcance.
La Carta Orgánica Municipal, desde su primer intento fallido, lamentablemente, el recuerdo se lo consume, las siguientes y la actual administración, no se animaron ni siquiera a remediar la objeción, por el que, hace más de una década, fue cuestionada.
Este mecanismo estrictamente jurídico, dispensaría un gobierno realmente autónomo para el municipio de Quillacollo.
Se carecen de ordenamientos: económicos, ambientales, sanitarios, educativos, comerciales, industriales, viales, deportivos, culturales, etc. etc., es decir, que la desatención, el desamparo y la orfandad hasta de esperanzas, se apropiaron de la tierra de la integración nacional.
El conjunto de autoridades (Ejecutivo y Concejo Municipal), que fungen, que al parecer más bien fingen, la administración del gobierno comunal, se dejaron absorber por la simple contemplación y estoicismo de su desadministración edil, situación que auspicia la práctica del “dejar hacer y el dejar pasar”.
Esta conducta comunal, ineludiblemente empuja al quillacolleño a refugiarse en el cobijo de su resignación, porque la credibilidad, el trabajo en beneficio de la población, la transparencia, la eficiencia, etc. solo quedaron en esa etapa preelectoral del candidato Cartagena Chacón, que pregonó y estampó en la folletería y las fachadas: “obras y no palabras”, a la fecha, a esas palabras y su “gestión”, se encargaron de invertirlas.
Por el ritmo administrativo advertido en el manejo municipal, insinúa no utilizar el término gestión, ya que esa función y concepto fueron proscritas, por las actuales autoridades municipales.
La casi nula ejecución de obras de envergadura, planteadas en su campaña prelectoral: peatonalización de la Plaza Bolívar, puente a desnivel, Universidad Metropolitana del Valle Bajo, captaciones de agua del embalse de Misicuni, construcción de tres mercados (norte, centro y sur), generación de polos de desarrollo económico productivos, creación de una empresa de desechos sólidos, hospital de tercer nivel y otros, no pudieron ser percibidos, menos encarados, porque seguramente, demandaban una atención seria, responsable y profesional, variables que no encuentran acomodo en la actual diligencia municipal.
Mas retos. Los farallones de la serranía del Tunari y la enorme meseta detrás de ella, seguirán desafiando su encauzamiento, principalmente al turismo y la agropecuaria, éstos sí representarían una garantía de sustento económico para los Quillacollo, que vivirán en la mitad y más allá de este siglo, porque un cuarto del mismo, ya se lo consume, sin mayores beneficios.
La Virgen de Urkupiña, seguramente ora, por lo menos, para avizorar un futuro esperanzador, y al mismo tiempo, implora para que el tiempo restante para la conclusión del periodo constitucional municipal de Cartagena Chacón y de los concejales, no sea una simple ilusión.
Mientras, los aproximadamente 200 mil quillacolleños, disciplinadamente, se limitan a observar y “acullicar” con resignación, la inminencia de su postergación y de sus esperanzas, una vez más.
Por: Johnny Fernández Rojas (Periodista y gestor cultural)