El cierre del mayor vertedero de América Latina dejará sin trabajo a unas 1.200 personas que viven de vender el material de valor que encuentran entre las 8.400 toneladas de residuos que son generadas a diario en Río de Janeiro.

Río de Janeiro, fundada como São Sebastião do Rio de Janeiro (San Sebastián del Río de Enero, en castellano) o popularmente solo llamada Rio, ubicada en el sureste de Brasil, es la segunda ciudad más poblada de Brasil, ostenta el mayor tráfico internacional de turismo en el país y es el primer destino de los viajeros de América Latina.

El basurero, que tiene el bucólico nombre de Jardín Gramacho, ocupa una enorme explanada en el municipio de Duque de Caxias, en el extrarradio de Río, y se encuentra pegado a la Bahía de Guanabara, un paraje ecológico inigualable que contrasta con las montañas de basura que todos los días son depositadas en el lugar por decenas de camiones.

Inaugurado en 1976, este vertedero ha provocado un alto impacto ambiental por la descomposición de los desperdicios que generan gas metano, uno de los responsables del calentamiento global.

Una gran cantidad de los residuos generados en la ciudad y varios municipios vecinos termina aquí y atrae a infinidad de moscas y buitres.

Antes, un 70% de la basura de Río de Janeiro llegaba al Gramacho pero desde que en 2011 se abrió el Centro de Tratamiento de Residuos de Seropédica, a 75 kilómetros de la antigua capital brasileña, la cantidad se ha ido reduciendo.

En la actualidad, unas 2.000 toneladas de basura son arrojadas en este vertedero cada día; es decir, una cuarta parte de lo que recibía unos años atrás, según la Alcaldía.

De la recolección y posterior venta de metales, cartón, latas, plástico o papel viven los “catadores”, como son conocidos en Brasil los recolectores que pasan el día entre pilas enormes de basura, y sus familias.

El trasiego de camiones cargados de residuos no para en las 24 horas del día, mientras los recolectores tienen turnos de día y de noche, y los buitres no dejan de sobrevolar la zona del gigantesco vertedero en ningún momento.

Un trabajador explicó a EFE que por un kilo de cobre, el material más buscado, pueden obtener hasta nueve reales (unos 4,7 dólares), dos reales por uno de aluminio y tan sólo un real por cada kilogramo de plástico que se afana en poner en las grandes bolsas de lona que lleva consigo.

Fuente: paginasiete