La Paz, 2 nov.- ‘Todos Santos’ o ‘Día de las almas’. A pesar que tienen orígenes culturales distintos, ambas celebran ‘el encuentro con los antepasados’, explica el viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas.

Para la cultura occidental, ajena a la nuestra, el 1 y 2 de noviembre se celebra ‘Todos Santos’. En tanto que para la cultura ancestral, estos días se festeja el ‘Amaya Uru’, que significa ‘Día de almas’ o ‘Día de los difuntos’.

La fiesta de Todos Santos consiste en oír la misa, donde el cura bendice el cuadro con foto del difunto, mientras los acompañantes elevan oraciones y les brindan pésames a los dolientes en la puerta de la capilla o en el nicho del cementerio, describe Cárdenas.

En cambio, en la tradición del ‘Amayu Uru’ o ‘Día de las almas”, se espera al alma del difunto con una ‘mesa’ rodeada con un arco montado en forma de ‘Altar de Qurikancha’, diferencia el experto.

Varios insumos conforman la ‘mesa’: cañas de azúcar; flores; pan de distintas formas como t’ant’awawas (pan con formas humanas con características peculiares de los difuntos), escaleras, caballos, etc; frutas secas; dulces; platos de comida; bebidas; tuquru de cebollas para que se lleve el agua; además de otros manjares.

Todos santos en Bolivia: una mujer eleva oraciones frente a una mesa instalada en el Cementerio.

Encuentro y festejo

“Una ceremonia ritual cósmica-telúrica se inicia a mediodía del 1 de noviembre”, afirmó Cárdenas, refiriéndose al momento en que se recibe la visita de las almas.

El espíritu o el alma llega transformado en algún animalito o en forma de viento, describe por su parte el jefe de la Unidad de Conocimientos y Valores Ancestrales del Viceministerio de Descolonización Cancio Mamani.

“Cuando llega le atendemos muy bien, bailamos y cantamos con el alma, comemos la comida que más le gustaba, nos contamos cosas, recordamos las anécdotas, reímos, jugamos y lloramos también”, describe el antropólogo.

A continuación prosigue la recepción social con la participación de familiares, amigos, vecinos, comunarios, e incluso autoridades de la comunidad, a quienes se les ofrece t’ant’awawa, comidas, k´usa o chicha, vino, cerveza, singani, ron, wisky, refrescos, frescos de k´isa, qañawa, cebada, tarwi, etc.

Por lo general, en la región altiplánica, se cocina platos especiales como el ají de arveja, chairo, p’isqi de quinua, p’ap’i pescado, waja o al horno, afirma Mamani.

En la concepción cristiana, a este encuentro se adhieren los ‘resiris’, que son las personas que rezan y cantan oraciones cristianas e intentan imitar al cura a cambio de un pago en especie, consistente en t’ant’awawas u otros elementos que están puestos en el arco o Altar de Qurikancha.

Coexistencia y convivencia de culturas

No se trata de ‘sincretismo’, sino de una estrategia de ‘coexistencia’ o ‘convivencia’, afirma el viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, refiriéndose a la práctica simultánea de las costumbres cristiana y ancestral en nuestro país.

Según la autoridad, estas prácticas no sólo continúan vigentes, sino que tienden a permanecer durante muchos años todavía.

Cultura ancestral: Dualidad

El principio tradicional ancestral es integral, sistémico y dual porque el cuerpo y el alma constituyen una unidad inseparable y la vida es infinita, la muerte simplemente es pasar a otra forma de vida, explica Cárdenas.

“Somos Wiñaya (lo de siempre o eterno) que nuestros abuelos y abuelas dicen somos “wiñaya” porque no tenemos ni comienzo ni fin, la vida para nosotros es visión cíclica: Ésta vida, la otra vida venidera, la vida pasada, vida continua”, apuntó.

Cultura cristiana: monidad

No ocurre lo mismo en la práctica occidental cristiana de Todos Santos, afirma la autoridad. “Esta tradición responde al ‘principio de la monidad’, a la visión lineal y separa el alma del cuerpo”, explicó.