Villa Rivero (Cochabamba), 2 dic.- Un viaje de más de una hora con transbordo en Punata, desde la ciudad de Cochabamba, lleva a la comunidad de Nueva Felicidad del municipio de Villa Rivero, en el valle alto. La primera impresión al bajar del polvoriento vehículo es que se llegó a un campamento de excursión, donde familias integras de lugareños, citadinos y hasta extranjeros rodean una impresionante fosa quebrantada por el fuego que arde entre las grietas de un suelo resecado. Un frágil precintado marca el límite al que deben llegar los curiosos.

Villa Rivero (Cochabamba) se ha convertido en destino turístico por el fenómeno geológico.A pesar de que los últimos informes técnicos de la Universidad Mayor de San Simón y de la Gobernación ratifican de que se trata de un fenómeno originado en el subsuelo, por la formación de carbono vegetal que se encendió por efectos del aire caliente que ingreso por algunos orificios y pozos secos –en un sitio donde antes era una pequeña laguna pantanosa-, la gente prefiere seguir especulando. Habla de un volcán dormido, otros le responsabilizan a un oleoducto instalado a más de un kilometro, hasta meteoritos caídos del universo son parte de las ofertas imaginarias.

Lo cierto es que se abusó de uso del agua subterránea y esto derivó en la sequedad de la tierra y su posterior incendio interior, alimentado por carbono vegetal, según el catedrático Olver Coronado, investigador de tecnologia del Centro de Aguas y Saneamiento Ambiental de la Universidad Mayor de San Simon (UMSS).

El carbón vegetal es un material combustible sólido, frágil y poroso con un alto contenido en carbono (del orden del 80%). Se produce por calentamiento de residuos vegetales, hasta temperaturas que oscilan entre 400 y 700 grado centígrados, en ausencia de aire. Con todo, el falso “volcán dormido” de Villa Rivero, se convirtió en toda una sensación. Los comerciantes del lugar y desde otras comunidades y la misma ciudad llegan con helados, comida preparada y empanadas, para ofrecerlos a los visitantes.

Wilbert Terrazas, estudiante de secundaria, junto a sus amigos, visito el lugar por tercera vez. Ellos afirman que nunca antes vieron algo parecido y que ojalá el fuego que arde en la propiedad de José Ovando Rojas y su esposa, no avance hasta sus casas. “Otros ya no duermen en las noches, tienen miedo que sea un volcán, dicen que el año pasado se había abierto la tierra en otro lugar por aquí”, sostuvo.

Filomena Copa, tiene su casa a menos de 100 metros de la tierra que se consume. En quechua (lengua originaria) afirma que está muy preocupada por lo que está sucediendo, ya que sufre de dolores de cabeza y mareos por respirar el humo que sale de las grietas, pero que igual manera debe seguir trabajando. Aprovecha la gran concurrencia de visitantes para vender platos típicos. En el patio de su vivienda unas vacas se agitan.

Una campesina de ojos claros, de nombre Adela Ponce, degusta su sopa mientras relata que el olor de la tierra quemada trepo los cerros y la gente sufre de malestares. “Los animales están aguantando pero falta agua para el consumo y para el riego. Tenemos cultivos de maíz, trigo, alfalfa que se están secando”, dice.

Vestido con camisa clara, corbata y pantalón formal, Dante Quintanilla, afirma que aprovecho la hora del almuerzo para escaparse la ciudad y ver de cerca lo que tanto se está informado por los medios de comunicación. “Yo tengo la respuesta a lo que está sucediendo, hay muchos elementos que están contribuyendo, como el giro del planeta en cuatro grados, el sobrecalentamiento global y parece que la tierra nos va ganar porque ya está cansada”, señala.

Dos turistas extranjeros, de nacionalidad suiza, también llegan al lugar, visten poleras anchas y bermudas y están convencidos de que se trata de resabios de un volcán. Son prudentes y prefieren no acercarse al fenómeno. Dicen que no es tan grande como se lo mostro en la televisión pero que igual infunde respeto.

A unos cinco metros de la tierra negra, un evangélico del lugar, se acomoda en una pequeña elevación y comienza a llamar al arrepentimiento de los pecados, afirma que llegó el fin del mundo y por eso se están viendo estos desastres. Llama a hombres y mujeres del campo y la ciudad acercarse a Dios. A lo lejos, un grupo de comunarios rechiflan, afirman que traerá mala suerte si sigue con sus lamentos.

En medio de estos dos escenarios, casi ignorado se encuentra un anciano sentado en una roca apoyado a su frágil bastón. Se trata de José Ovando Rojas de 89 anos, agricultor y propietario del terreno que cayo en desgracia. No escucha bien, pero se lamenta por las quemaduras en su pierna derecha. Una madrugada cuando trato de averiguar de donde salía el fuego, removió la tierra caliente bajo sus pies y se quemo. Sus abarcas terminaron por derretirse.

Don José asegura que el terreno le perteneció a su familia desde hace mas de 200 años, pero que ahora solo el y su esposa la cuidan porque sus hijos están en Santa Cruz. Ahora, la Alcaldía lo quiere desalojar del lugar por su propia seguridad, pero este se opone. Frente a él, Elizabeth Vásquez, una mujer de 70 anos que aparenta una década menos, erguida y guapa como toda koch´ala que se alimentó bien y vivió en el campo, se lamenta de su diabetes y asegura “lo que dice la Biblia se está cumpliendo, estamos llegando a nuestros últimos días”.

Entre historias y leyendas, el fuego sigue ardiendo, a pesar del agua que se bombeo con una cisterna de la Gobernación. Y mientras la vigila del sensible “volcán” es controlado por los policías, a la hora del almuerzo este se relaja al punto que todos los que quieren ingresan al área prohibida lo hacen. (Jimena Mercado/cambio)